No son las carreras las que tienen salidas, son las personas»

Benito Echeverría Samanes
Doctor en Pedagogía y Catedrático Emérito de la Universitat de Barcelona (UB) de «Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación», especializado en Formación y Orientación Profesional.
Con motivo de la Selectividad, que se encuentra a menos de un mes de distancia, Universia contactó con el Catedrático Emérito de la Universitat de Barcelona (UB) especializado en Formación y Orientación Profesional y uno de los directores de la adaptación al castellano de la Guía de Orientación Profesional Coordinada de la Fundación Bertelsmann, presentada recientemente en España.
1. ¿Qué opina sobre el hecho de que los jóvenes deban elegir su futuro profesional con tan corta edad?
Su pregunta me recuerda a una similar planteada a A. Schleicher –subdirector de Educación de la OCDE y director del informe internacional PISA – acerca de si hay consenso sobre la edad mínima para elegir itinerarios formativos. Comparto su opinión. “Los itinerarios nunca deberían ser fijos; un alumno nunca debería tener que tomar una decisión que no se pueda revertir. Hay que tener una educación que siempre esté abierta, que siempre dé otra oportunidad. Si esas opciones son permanentes, pueden ir en contra de los alumnos. Y, de nuevo, penalizan a los alumnos de familias humildes”.
Más que pre-ocuparnos por el “cuándo”, es conveniente ocuparnos en el “porqué”, “cómo” y “para qué” se suelen tomar estas decisiones, estando inmersos en una sociedad de modernidad líquida (Z. Bauman). Es decir, en una sociedad donde “los logros individuales no pueden solidificarse en bienes duraderos, porque los activos se convierten en pasivos y las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. Las condiciones de la acción y las estrategias diseñadas para responder a ellas envejecen con rapidez y son ya obsoletas, antes de que los agentes tengan siquiera la opción de conocerlas adecuadamente”, ¿A qué responde tanta prisa en este modo y manera de elección, cuando ni siquiera se ha inventado el nombre de muchas de las profesiones que ejercerán los jóvenes actuales? ¿No sería mejor procurar que concentrasen sus energías en dilucidar si lo que están haciendo hoy, les acerca a donde aspiran a estar y ser mañana?
Cuantos males de cabeza ahorraríamos, si asumiésemos que el futuro profesional con sus elecciones no es un suceso. Es un proceso.
2. ¿Cuánto saben los jóvenes de su futuro antes de elegir la carrera? ¿Ya intuyen su vocación?
Perdone que le conteste a la primera cuestión de nuevo con otra pregunta. ¿Acaso las personas de más edad sabemos qué nos va a deparar el futuro personal y profesional en esta sociedad fluctuante de la modernidad líquida, donde la seguridad se desvanece por momentos y las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinadas?.
Con respecto a la segunda pregunta, le diré que soy partidario de reservar el término vocación para referirme a la primera acepción de la RAE -“inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión”- y dudo que sean muchos los jóvenes de hoy que estén esperando esta llamada divina. Hay incluso quien dice que para buena parte de ellos no hay más vocación que la que se escribe con “b” de boca.
Y, sin obviar la cuestión planteada, ¿el sistema permite a los jóvenes satisfacer lo que pretenden hacer vocacionalmente o más bien están mediatizados por las notas de PAU, de corte y demás trabas que contaminan las motivaciones e intereses personales?. ¡¡¡Cuantos jóvenes esperan a ver su nota de selectividad para decidir la carrera!!! ¿Se puede llamar a esto vocación o gusto/inspiración/motivación por unos estudios?.
3. ¿Cuáles son las principales confusiones que presentan los jóvenes a la hora de elegir sus estudios?
Probablemente, el desconcierto proviene del inapropiado y/o deficiente contraste de las alternativas formativas, laborales y sociales que ofrece nuestra polifacética sociedad. Por ejemplo, poco antes de acabar el período de matriculación del curso 2015-2016, las plazas ofertadas en el Centro Nacional de Referencia Nacional en Energías Renovables (CENIFER) seguían sin cubrirse, mientras se concentraban las demandas de la Comunidad de Navarra, donde radica su sede, y la de otras muchas regiones en las familias profesionales clásicas, que no son precisamente las más requeridas por el mercado laboral.
A veces, los jóvenes se dejan influir excesivamente por informaciones sin contrastar, procedentes de amistades, profesores, compañeros, padres, etc. y últimamente derivadas de las tecnologías de la información y comunicación (TICs) . Curiosamente, las generadas a través de estas últimas llegan en ocasiones a sobrepasarles, por estar desorientados sobre qué información se precisa, dónde encontrar la más conveniente y cómo analizar la que se posee, para tomar decisiones acordes al potencial y proyecto vital de cada uno.
Sigue incidiendo excesivamente el mito de las “profesiones del futuro”, sin percatarse de que la mayoría de las personas acuden a ellas como a un panal de rica miel. Con más frecuencia de la deseada algunos jóvenes se ven apresados en él. Nadie les explica que el sistema sociolaboral evoluciona muchísimo más rápido que el sistema educativo y además éste último se toma unos cuantos años en formar a las personas, por lo cual se corre el riesgo de que los puestos de trabajo ansiados estén cubiertos, cuando se terminen las carreras.
El éxito y la inmediatez aparejado a las TICs y aireado por los medios visuales de comunicación, así como por el mercado de consumo e incluso por famosillos del momento, impregnan con relativa frecuencia las proyecciones de futuro juveniles. Prima la impaciencia, la rapidez, la cultura del mínimo esfuerzo, la abundancia o la intolerancia a la frustración, produciéndose un desequilibrio entre lo que pasa por la mente de los jóvenes y los discursos foráneos que dañan y/o frustran determinadas expectativas y motivaciones. Así se generan desánimos, insatisfacciones, cuando no abandono de estudios, al tornarse inalcanzables o irrealizables bastantes proyectos.
4. ¿Hay carreras que resulten especialmente atractivas para los bachilleres?
Como en otras múltiples facetas de la vida las modas se imponen también a la hora de elegir los estudios. Tal como acabo de referirme, los medios de comunicación, las redes sociales, las familias, los centros escolares etc. bombardean el ambiente con novedosas y halagüeñas perspectivas de futuro para quienes cursan determinadas carreras. Sin embargo, casi nunca se habla de profesiones generadoras de mayor felicidad entre quienes las ejercen.
Es más fácil dejarse llevar por motivaciones extrínsecas, que por las intrínsecas y más cuando se vive una etapa de la vida en la que los referentes juegan un papel esencial en la configuración de la identidad. Ahora bien, estas importantes vías para la construcción de la identidad juvenil se encuentran hoy cargadas de múltiples paradojas, sobre todo en los ideales sociales transmitidos por la familia y el sistema educativo.
Por ejemplo, se les inculca la necesidad de prepararse bien para un futuro estable y seguro, cuando se duda de que logren trabajar nada más terminar los estudios y, si es así, que no se vean inmersos en frecuentes cambios de ocupación durante bastantes años, acompañados generalmente de períodos de desempleo. Es obvio que los jóvenes cada vez salen más y mejor formados de los centros educativos, pero cada día tienen mayor dificultad para colocarse. En resumen, no son las carreras las que tienen salidas. Son las personas.
5. ¿ La empleabilidad y el salario son factores de peso a la hora de decantarse por una carrera?
Estos dos factores suelen ser las motivaciones extrínsecas más frecuentes, a las que aludía anteriormente, sobre todo porque el empleo es un bien escaso en los tiempos que corren y por ende más deseado. No es de extrañar por tanto que los jóvenes se dejen influir por la posibilidad de encontrarlo, si estudian determinadas carreras y más aún, si está bien pagado.
A veces, incluso las mismas familias contribuyen a que se elijan los estudios de acuerdo a una ocupabilidad bien remunerada con preguntas inquisidoras sobre la finalidad de los mismos, como “¿para qué sirven estos estudios?”. Es un tanto infrecuente en este entorno interesarse por si la opción elegida va a contribuir a la felicidad de sus hijos, justificado por el “no saben lo que quieren”.
Además, en algunos países como España, el prestigio social a veces pesa más que la posibilidad de encontrar un trabajo acorde a la formación recibida. Somos un país de fidalgos dondela Formación Profesional no está bien vista. Así, tenemos un 32% de personas con estudios superiores, principalmente universitarios, frente al 28% de la Unión Europea (UE 28), mientras que sólo un 24% dispone de cualificación media, primordialmente de formación profesional, ante el 47 % comunitario, cuando las previsiones apuntan que en el 2020 el 50% de los puestos de trabajo serán de este nivel medio.
Deberíamos transmitir desde edades tempranas la importancia del salario emocional, el de retribución “no económica”. No siempre el dinero es lo más importante. A veces, es preferible obtener menos ingresos y tener satisfechas otras necesidades personales, familiares, de ocio etc. Disponer de más calidad de vida en el futuro y/o la posibilidad de conciliar la vida personal y profesional convendría que fuesen factores esenciales a la hora de decantarse por unos estudios u otros. Se ha comprobado que unos empleados satisfechos y felices desempeñan mejor su tarea, son más productivos y, en consecuencia, la empresa es más competitiva y sus trabajadores más competentes. No hay razón por la cual el desarrollo personal y profesionalmente hayan de estar reñido.
6. ¿ Los test profesionales o vocacionales prueban ser efectivos para ayudarlos a decidir?
Buena parte de este tipo de tests están concebidos más para diagnosticar las capacidades de las personas, que su competencia de acción profesional , pero una cosa es ser capaz y otra muy diferente es ser competente.
La competencia diferencia saber lo que hay que hacer en una situación determinada y el enfrentarse a ella en una situación real, que raramente se encuentra en estas pruebas. Requiere movilizar conocimientos, habilidades y actitudes –componentes de la competencia- en el contexto de la experiencia y personalidad –intereses, emociones,..- de cada uno.
Se puede medir su vertiente aptitudinal. Es decir la competencia técnica – “Saber”- y metodológica – “Saber hacer”- , lo que suelo denominar el SABER con mayúsculas. Sin embargo, su vertiente actitudinal sólo es estimable, al abarcar la competencia participativa -”Saber estar”- y personal –“Saber ser”-, ese SABOR que impregna la actividad de un buen profesional.
Como vengo repitiendo desde hace tiempo , las competencias se demuestran en gerundio. «No basta con saber, también hay que aplicar. No basta con querer, también hay que actuar.» (Goethe). Cada vez es más patente que «el mercado laboral ya no va a pagar a los jóvenes de hoy por lo que saben, para eso está Google. Paga por lo que son capaces de hacer con esos conocimientos», como manifestaba A. Schleicher en la entrevista antes citada.
7 ¿Qué otras herramientas pueden ayudarles a decidir su futuro profesional?
Todas aquellas que contribuyan a potenciar el esclarecimiento de posibilidades con sentido, mediante la identificación, elección y/o reconducción de alternativas académicas, profesionales o personales, acordes al potencial y proyecto vital de cada persona, tras contrastarlas con las ofertadas por los entornos formativos, laborales y sociales. Es decir, las que favorezcan un correcto proceso de orientación , cuya finalidad esencial es contribuir a que las personas lleguen a ser lo que son.
Alguien puede pensar que escabullo la pregunta con esta respuesta, pero es que huyo de dar recetas mágicas, que caducan como las de las farmacias. Es lo que más se pide y a la vez lo que más “se vende” en el mundo 2.0, cargado de fórmulas mágicas, impuestas por las modas del momento, donde se confunde con relativa frecuencia información con orientación.
La mejor herramienta orientadora es fomentar un buen proceso de toma de decisiones, que permita actuar de forma consciente, realista, flexible y responsable, asumiendo que al derecho de elección, le acompaña siempre el riesgo de la equivocación. Este es un proceso que se extiende y repite a lo largo de la vida. “Nada permanece, salvo el cambio” (Heráclito).
8 ¿Cree que los servicios de Orientación Profesional de Bachillerato y de la Universidad brindan las herramientas correctas para ayudar a los jóvenes a decidir?
Como queda patente en la muestra de experiencias analizadas en el monográfico “Orientación en Acción“ de la Revista REIFOP (nº 51, 2015) , coordinado con la Dra. Pilar Martínez, asistimos a un notable despliegue de la orientación desarrollada desde el entorno familiar hasta la educación superior.
Ahora bien, conforme aumenta el número de instituciones implicadas en la orientación, más necesario es interrelacionar y conjuntar múltiples iniciativas desperdigadas, que podrían optimizarse aplicando el principio de “más vale sumar que restar”. Es fundamental aprovechar sinergias, reordenar, optimizar recursos y coordinar servicios de orientación, tanto del ámbito educativo como del empleo.
Para canalizar este caudal de recursos humanos y materiales, precisamos un Sistema Integrado de Orientación accesible y con garantía de calidad, que asegure su control y mejora permanente. Un sistema, en el que sus agentes/profesionales y los distintos tipos de servicios compartan una misma cultura de la orientación, donde se coordinen planes de acción funcionales, eficientes y eficaces, desarrollados por profesionales con adecuada formación inicial, continua y específica para los servicios que prestan.
Hemos de ser conscientes de que un sistema como éste exige conjugar la necesidad de establecer objetivos globales con la de planificar su vertiente práctica, pues la realidad va a condicionar y determinar el desarrollo del mismo. Por tanto, es esencial potenciar un modelo ambicioso de intervención orientadora, pero a la vez realista, capaz de aprovechar de forma óptima los recursos disponibles y de facilitar el logro de los objetivos previstos.
9 ¿Qué aconsejaría a la hora de escoger los estudios universitarios?
Plantearse cuatro lacónicos interrogantes, afrontar la complejidad de sus respuestas, tomar las decisiones pertinentes y actuar de acuerdo a un plan a seguir.
Los interrogantes a los que me refiero son: ¿Quién soy?: explorar las competencias, potencialidades, motivaciones y determinantes de cada uno; ¿Dónde estoy?: descubrir las posibilidades que ofrece el entorno; ¿Qué haré?: tomar decisiones contrastadas; ¿Cómo lo haré?: anticipar la forma de implementar la opción elegida y afrontar las consecuencias (A.G. Watts 1996).
En pocas palabras, se ha de buscar, comparar, elegir y actuar, como aconsejaba San Isidoro de Sevilla, ya que “nada grande se hace con precipitación y es mejor la tardanza de la reflexión. Mas en cosas ciertas, quítese de ti la tardanza en el bien obrar…, pues es dañosa la detención para las buenas cosas, ya que en lo que ellas conviene impide el diferirlas”.
En fin, es aconsejable armarse de esa “ardente patience”, con la cual el poeta A. Rimbaud invocaba el futuro. Esta forma de paciencia es un arma poderosa por su valor innovador. Nada tiene que ver con la resignación y mucho menos con la sumisión, ligadas a una de las acepciones del vocablo latino “patior”, de donde procede. Este verbo también significa “conservarse en un estado determinado”, “resistir” a los imperativos del momento y luchar para llegar a ser el que cada uno es. Es la paciencia revolucionaria, que suelo aconsejar a quienes concentran sus energías en encontrar su “colina”. Las hay para todos. Lo que no hay es montañas para todos.
Finaliza la entrevista citando un muy conocido pasaje de la obra de L. Carroll, «Alicia en el país de las maravillas»:
Alicia: “Dime gato, ¿cuál es el camino correcto?”
Gato: “¿A dónde te diriges?”
Alicia: “No lo sé”
Gato: “Si no sabes dónde vas, no importa qué camino elijas”