Todavía andamos en pañales en muchas empresas pensando ingenuamente que desarrollar un liderazgo emocional es equivalente a generar “buenrollismo” o, a “que me pierdan el respeto”, o “a cachondeo”.
Es decir, que a partir de ahí todo el mundo sea “guay”, o mejor, “súperguay”, que no haya discusiones, ni problemas, ni tensiones (y mucho menos ansiedad).
Que todo el mundo se lleve fenomenalmente bien y haga lo que le venga en gana.
O sea, una especie de Jardín del Edén (o “Jardín de Leden” -al jefe-) o paraíso laboral.
Que el directivo, ante los malos resultados, diga como mucho “me cachis, este trimestre nos hemos quedado a la mitad. A ver si al siguiente mejoramos”, con un tono sereno y calmado. Después se mete a su despacho y todo el mundo sigue “happy flower”.
Lamento comunicar que este tipo de actuación (exagerada para su comprensión y recuerdo), no tiene nada que ver con un liderazgo emocional serio y riguroso. Si acaso (que tampoco) este tipo de liderazgo tendría más que ver con el llamado Laissez Faire.
El liderazgo emocional, mezclado inteligentemente con el liderazgo transaccional, es actualmente más eficaz que éste último sólo.
Vivimos en un contexto tan cambiante, lleno de incertidumbre, pero con tantas posibilidades que necesitamos que las personas sean proactivas, flexibles, creativas, innovadoras y, en definitiva, que brillen dando lo mejor que llevan dentro.
Esto sólo se consigue con un compromiso afectivo, no sólo racional.
Para conseguir esto, es necesario tener en cuenta las necesidades y sentimientos de las personas que colaboran con la empresa.
Es necesario alinear los objetivos de la empresa con los objetivos personales de desarrollo y crecimiento. Si las personas no perciben que sus expectativas y necesidades se ven cumplidas, irán poco a poco “desenchufándose” y quedarán en mínimos para que no las echen o se irán ellas buscando nuevos retos (según sea su dependencia económica).
¿Y cómo se consigue esto?
Aplicando un liderazgo emocional, como componente estratégico transversal a toda la organización.
¿En qué consiste el liderazgo emocional? Sería lo más parecido a un liderazgo transformacional o inspirador, pero con un alto nivel de inteligencia emocional.
Básicamente, se trata de desarrollar la inteligencia emocional del equipo directivo para que sea capaz de percibir, expresar, usar, comprender y regular eficazmente las emociones, sentimientos y estados de ánimo individuales y colectivos que se dan a diario en todas las empresas (aunque éstas lo nieguen), con el objetivo de afrontar eficazmente los objetivos, problemas y obstáculos del día a día.
Las emociones son inherentes al ser humano y no existe ningún proceso mental que no lleve implícito componentes afectivos. Cualquier pensamiento y conducta tiene la huella de un estado afectivo, sentimiento o emoción. Y cuanto más intenso sea el estado afectivo mayor impacto en la conducta tendrá.
De esta forma el liderazgo emocional, conocedor del funcionamiento emocional y racional combinado, sabedor que todas las emociones son buenas de forma moderada y en su justa medida, trabajará cada día para que él mismo y su equipo mantengan un clima emocional alineado con los objetivos de cada momento.
No será lo mismo abordar tareas creativas, que de análisis de riesgos, seguimiento de cobros, superación de obstáculos o retos, o planes de previsión de ventas. Cada una de ellas necesita un clima emocional adecuado para conseguir la máxima eficacia y eficiencia.
El liderazgo emocional serio y riguroso:
- Es firme en los objetivos y suave con las personas.
- Detecta a los “tramposos” y les amonesta en privado.
- Reconoce los éxitos y esfuerzos en publico.
- Felicita personalmente a quien se lo merece.
- Se relaciona cordialmente con su equipo.
- Señala seriamente los errores para aprender de ellos y que no vuelva a ocurrir.
- Estimula el sentido del humor de forma moderada.
- Es muy exigente con la calidad y excelencia de los resultados.
- Es capaz de afrontar las dificultades con calma y serenidad, pero con contundencia.
- Estimula la iniciativa, sin miedo a la penalización del error.
- También comete errores, pero los asume y reconoce.
- Es posible que pueda “perder los nervios” muy de vez en cuando, pero lo aprovechará para mejorar su autoconocimiento.
- Tiene una buena autoestima, es persuasivo y no necesita “imponerse por la fuerza”.
- Comunica con frecuencia, y claridad, los objetivos de manera consensuada.
- Remunera a cada miembro de su equipo equitativamente (no siempre económicamente).
- Acuerda incentivos individuales y de equipo, compatibles.
El liderazgo emocional bien ejecutado permite, además, mantener los costes salariales a cambio de un clima de trabajo agradable, satisfactorio, sereno, donde la actividad es intensa, retadora y exigente pero a la vez respetuosa con la salud de las personas.